El hecho de que ambas candidatas a la vicepresidencia sean mujeres representa un avance, pero las trayectorias y agendas disímiles de Marta Lucía Ramírez y Ángela Robledo pueden tener impactos muy distintos para el futuro de Colombia, escribe Diana Gómez (Universidad de los Andes).
El momento político que vive Colombia es bastante particular por varias razones, entre ellas porque es la primera vez en la historia del país en la que en las elecciones presidenciales se cuenta con una alta presencia de mujeres. El solo hecho de que de las siete duplas de candidatos que se presentaron en la primera vuelta, cinco de los catorce fueran mujeres, es una ganancia en términos del derecho a la igualdad. En este caso, un avance en la inserción de las mujeres en la política partidista y electoral ya no solo como votantes sino como candidatas.
Desde el feminismo y los estudios de género se ha complejizado la presencia de las mujeres en la política, subrayando que en términos de agendas de transformación de la situación de las mujeres no basta con tener cuerpo de mujer. La presencia de los cuerpos femeninos en la política nos acerca a las demandas por la igualdad. Sin embargo, la igualdad no es suficiente, pues una agenda que se centre solo en esto corre el riesgo de reforzar el status quo.
Para una política electoral transformadora de la situación de exclusión histórica a la que se han visto enfrentadas las mujeres por siglos, se requiere que no solo puedan votar y ser elegidas, sino que también las candidatas articulen agendas en las que los intereses y necesidades de las mujeres estén recogidos. En el caso de Ángela Robledo y Marta Lucía Ramírez estas agendas existen.
Agendas distintas
En el caso del programa de campaña de Iván Duque y Marta Lucía Ramírez (Centro Democrático), las propuestas para abordar la situación de las mujeres se enmarcan en uno de los nueve puntos de su plan de gobierno: Familia y sociedad. Allí se plantea una agenda de prevención del embarazo adolescente y un ítem específico sobre equidad de la mujer. En éste, se propone una política integral que abordará aspectos como equidad de género en materia de acceso a créditos, desarrollo empresarial, oportunidades educativas, participación política, salud, derechos humanos y prevención de la violencia de género.
En la propuesta de gobierno de Gustavo Petro y Ángela Robledo (Colombia Humana), la agenda sobre las mujeres se sitúa en uno de los ocho puntos del plan de gobierno: Un país diverso y multicolor que supera la discriminación. En el ítem Mujeres libres de violencia, con poder e igualdad de oportunidades, se propone una agenda de cambio que incluye una vida libre de violencias; estrategias de transformación de la distribución de poder entre los géneros; una política de igualdad de oportunidades en el disfrute de los derechos; trabajo sin discriminación y reconocimiento económico del cuidado.
Si bien algunas de las propuestas se comparten, como la erradicación de la violencia contra las mujeres, en otras la distancia de los dos planes es evidente. El enfoque de Ramírez es familista, visión que ha sido criticada por el hecho de reforzar los estereotipos sobre las mujeres como madres, sin transformar las condiciones de desigualdad en la vida cotidiana que impiden su desarrollo pleno. Por otro lado, su visión de transformación de situaciones de inequidad económica de las mujeres se aborda desde perspectivas neoliberales que replican agendas sobre las mujeres y el desarrollo que han sido cuestionadas al constatarse que dichas estrategias difícilmente logran transformar la situación de desigualdad, contribuyendo por el contrario a generar cargas extras en la cotidianidad y a reforzar el modelo económico vigente. Aquí el parámetro de igualdad de las mujeres pobres son los hombres pobres, y no los ciudadanos ricos.
El enfoque de Robledo refleja su larga trayectoria en el trabajo con mujeres, y la experiencia de gobierno de Petro con la Secretaría Distrital de la Mujer. En la agenda de Robledo las estrategias para avanzar en una mejora sustancial de las condiciones de exclusión y discriminación de las mujeres son mucho más claras y están más desarrolladas. Se sobrepasa, por ejemplo, el 30% de la ley de cuotas al proponer el 50% en cargos de designación; y se da en el núcleo del asunto en una de las mayores barreras que enfrentan las mujeres al participar en las elecciones: la estructuración de las listas. Para esto proponen 50% de presencia femenina y alternancia.
A diferencia de la otra fórmula presidencial, Petro y Robledo incluyen en su plan de gobierno la diversidad sexual y de género. Esto suma a reconocer que las mujeres son plurales, y que existen otros sujetos sociales que tienen derechos. A ese respecto, se proponen garantías plenas para las ciudadanías LGBTI, protección y ampliación de derechos de las parejas homosexuales, seguridad social, derechos patrimoniales y adopción. Puntos frente a los que el equipo de trabajo de Ramírez, incluido el ex procurador Ordóñez y la excandidata presidencial Morales, no solo se han mostrado reacios, negando la ciudadanía de un importante porcentaje de colombianos, sino que también utilizaron los argumentos de la supuesta ideología de género para incentivar el voto por el “No” en el plebiscito del 2016.
Proponer una agenda de gobierno para las mujeres es importante pero no es suficiente para garantizar avances para todas las mujeres y para la sociedad en su conjunto. Por eso, es necesario comprender dichas propuestas en el marco amplio de los planes de gobierno. En el caso de Duque, su propuesta busca mitigar las desigualdades sin proponerse seriamente avanzar en su erradicación. Además de reforzar la estructura económica del país con sus ya conocidas inequidades, se propone una serie de reformas que buscan menoscabar la independencia de los poderes, y garantizar la impunidad para ciertos actores del conflicto.
En contraste, la agenda de la Colombia Humana plantea que la acción del Estado debe avanzar hacia la eliminación de las desigualdades sociales; propone una visión del desarrollo, la economía y la sociedad cercana al buen vivir; y posiciona temas que no habían alcanzado la dimensión nacional como propuestas de gobierno. Entre estas el cuidado y la sostenibilidad de la vida, el equilibrio ser-humano-naturaleza y la lucha contra el racismo estructural. Dimensiones del cambio que diversos actores sociales e intelectuales de Latinoamérica y el mundo, consideran centrales para confrontar de raíz los problemas actuales.
Trayectorias distintas
Para que un plan de gobierno pueda afrontar la aún existente discriminación que experimentan las mujeres, la violencia que viven cotidianamente, y contribuir a un país equitativo y en paz, se requiere contar con experiencia y posiciones claras sobre las causas de la desigualdad y la violencia. Sobre esto, las dos candidatas exponen trayectorias de vida y visiones disimiles.
Ramírez es conocida por haber sido la primera y única Ministra de Defensa de Colombia, cargo que ocupó durante el primer período del expresidente Uribe. Ha sido Senadora, candidata presidencial y ha ocupado otros cargos públicos. Uno de los temas en los que más se ha destacado, tiene que ver con la defensa nacional, la seguridad y la fuerza pública. En ese sentido ha propuesto iniciativas sobre normas para la reserva y el secreto profesional en inteligencia y contrainteligencia, y disposiciones relativas a la vigilancia y a la seguridad privada en Colombia. Es, además, una de las artífices de la seguridad democrática. Este énfasis en seguridad, se ve reflejado en su plan de gobierno, el cual propone una visión punitiva y policiva de la sociedad. Al leerlo queda la sensación de que los dos candidatos proyectan gobernar para la guerra y no para la paz.
En este punto yace una diferencia radical con el otro programa de gobierno, que se compromete a cumplir a cabalidad con el Acuerdo de Paz. Esta convicción por la paz, se refleja en la trayectoria de vida de Robledo, quien se identifica como feminista y pacifista, y contrasta con la visión más militarista de la sociedad que ha encarnado Ramírez. Robledo, a lo largo de su trayectoria como académica y política se ha dedicado a comprender la situación de las mujeres y a avanzar en estrategias de cambio. Para ello, como representante a la Cámara por Bogotá ha propuesto y apoyado iniciativas para garantizar el acceso a la justicia de las mujeres víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado, ha hecho parte de la Comisión Integral para la equidad de la mujer y de la Comisión de paz.
Si bien ambas candidatas son mujeres y esto en cierta medida es un avance, la pregunta del presente es cuál de las dos como vicepresidentas puede contribuir mejor a la transición que requiere Colombia. En este momento necesitamos un cambio en la forma de concebir el país que parta por reconocer como reales los avances que se han hecho en materia de construcción de paz. Esto supone pasar de la Seguridad Democrática, durante la cual tuvieron lugar desapariciones y asesinatos de líderes sociales, los mal llamados falsos positivos, y acciones militares que le costaron la vida a la población civil como la Operación Orión bajo la dirección de Ramírez; a una visión de justicia para la vida que sitúe en el centro del accionar democrático el imperativo ético de defender la vida, construir la paz y la co-existencia.
Notas:
• Las opiniones expuestas en este artículo son de los autores y no reflejan la postura de LSE
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