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Blendi Kajsiu

June 16th, 2022

Elecciones Colombia 2022: populismo de izquierdas contra antipolítica de derechas

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Estimated reading time: 7 minutes

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Los observadores ven en la mordaz crítica al establishment político gobernante y en la fuerte retórica antipolítica tanto de Gustavo Petro como de Rodolfo Hernández el enfrentamiento entre dos populistas. Sin importar quién gane la presidencia en la segunda vuelta, ha surgido cierta preocupación por la crisis existencial a la que se enfrenta la democracia colombiana, describe Blendi Kajsiu (Universidad de Antioquia)

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La primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2022 en Colombia presentó a dos candidatos antisistema, Gustavo Petro, con el 40% de los votos, y Rodolfo Hernández, con el 28%. Ambos se disputarán la presidencia en la segunda vuelta, este 19 de junio. Los dos han criticado con fuerza a la clase política dominante y han señalado la corrupción política como uno de los principales problemas que enfrenta el país. Es por su fuerte retórica antipolítica que esta segunda ronda ha sido descrita por la mayoría de los observadores como un enfrentamiento entre dos populistas. Esto, a su vez, ha suscitado la preocupación de que la democracia colombiana se enfrenta a una crisis existencial, independientemente de quién gane la presidencia.

El abrumador enfoque de los principales medios de comunicación sobre la dimensión antisistema de los candidatos ha exagerado su magnitud populista y la amenaza que suponen para la democracia colombiana, al tiempo que ha ocultado las diferencias ideológicas críticas entre ellos. El populismo es una etiqueta que difícilmente puede describir a Rodolfo Hernández, a menos que se reduzca a demagogia, vulgaridad o soluciones simples a problemas complejos. Su antipolítica no articula al pueblo como sujeto político que debe gobernar. Ofrece un gobierno eficiente para el pueblo por él, un empresario multimillonario, más no un gobierno del pueblo. Por otro lado, Gustavo Petro afirma que su gobierno sería el primero en Colombia que sería del pueblo, no sólo para el pueblo. En su opinión, la democracia significa el gobierno no de los herederos de los esclavistas sino de los herederos de los esclavos. Esta es una clara referencia a su candidata a la vicepresidencia, Francia Márquez, la primera mujer afrocolombiana que se presenta a ese cargo en la historia de Colombia.

Sin embargo, la dimensión populista define menos el programa de Petro con respecto a su ideología socialdemócrata. Del mismo modo, el plan político de Hernández está mucho más definido por su neoliberalismo que por su antipolítica. Pero es fácil distraerse con esto último, sobre todo cuando se combina con su teatralidad y sus polémicas. La mayor parte de su campaña electoral se ha desarrollado a través de vídeos Tik Tok, en los que invitaba a sus seguidores a mirarle a los ojos y confiar en él. “¡No les voy a fallar!“, asegura. Algunos de los fallos de Hernández durante su campaña incluyen la afirmación de que admiraba “al gran pensador alemán Adolf Hitler”, algo tan desconcertante como su excusa de que confundió a Hitler con Albert Einstein. Y aunque toda su campaña se ha basado en deshacerse de todos los políticos corruptos, ha sido imputado por la Fiscalía por cargos de corrupción durante su etapa como alcalde de Bucaramanga.

Dos enfoques para un país desigual

Sin embargo, hay una clara filosofía neoliberal detrás de la extravagancia de Hernández. Las políticas que pretenden reducir la corrupción reduciendo el tamaño del Estado y gestionándolo con la misma eficiencia que una empresa son claros elementos del pensamiento neoliberal, que identifica al Estado como el problema y al mercado como la solución. También lo es la idea de que la desigualdad no es producto del sistema económico sino de los políticos corruptos. Esta es, de hecho, la esencia de la propuesta del ex alcalde con su eslogan “¡No robar! ¡No mentir! No traicionar!”.

En su programa político faltan soluciones al problema de la desigualdad, algo sorprendente en un país como Colombia, con uno de los niveles de inequidad más altos del mundo. Más allá de su promesa de acabar con la robadera, Hernández no presenta ningún plan concreto para atajar esos desequilibrios. Su propuesta en materia de agricultura no menciona los niveles extremos de concentración de la tierra en el campo colombiano ni ofrece soluciones. Una de las pocas políticas específicas que ofrece sobre la agricultura, el subsidio a la producción local para sustituir las importaciones, podría fácilmente producir importantes subsidios estatales para los grandes terratenientes, profundizando aún más ese fenómeno.

Esta es una diferencia clave con Gustavo Petro, que a menudo se pierde al enfatizar su antipolítica y populismo comunes. A diferencia de Hernández, Petro ofrece varias políticas que buscan reducir los altos niveles de desigualdad a través de reformas tributarias, agrarias y de pensiones. En su discurso, la desigualdad no es una consecuencia sino la causa misma de la corrupción, si es que no la corrupción misma. En su opinión, el hecho de que los ricos no paguen su cuota de impuestos es un claro ejemplo de lo que él llama “un régimen de corrupción“. Por eso, propone reformas tributarias, pensionales y agrarias para reducir esos índices, al tiempo que alejan a la economía colombiana del extractivismo y lo reemplazan por políticas de energías limpias.

Una democracia disfuncional pero resiliente

La mala noticia es que ambos candidatos prometen mucho más de lo que hacen o pueden ofrecer. A pesar de su retórica antipolítica, el programa de Hernández carece por completo de reformas económicas, políticas o sociales específicas que cambien el statu quo. No es de extrañar que la clase política tradicional a la que ataca, incluido el uribismo, le apoye ahora abiertamente. Por otra parte, Petro promete muchos más cambios de los que puede cumplir, dado que se enfrenta a unos poderosos intereses arraigados y no goza de una clara mayoría en el Congreso. Si es elegido, no está claro cómo llevará a cabo sus reformas, por no hablar de la transformación de la economía colombiana.

La buena noticia es que, a pesar de los temores generalizados, ni Hernández ni Petro asestarán un golpe mortal a la democracia colombiana. Por extraño que parezca, la estabilidad democrática en Colombia es tan resiliente como disfuncional. Sobrevivió a la impresionante oleada de uribismo bajo el mandato de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), un presidente neoconservador que gozó de los mayores niveles de popularidad de cualquier presidente en la historia moderna de Colombia. Uribe ganó la presidencia dos veces en primera vuelta, tenía mayoría en ambas cámaras del Congreso colombiano y contaba con el respaldo de los medios de comunicación y de los principales intereses económicos y de los terratenientes.

Por tanto, es muy probable que la democracia colombiana sobreviva a Petro o a Hernández. El mero hecho de que dos candidatos antisistema puedan competir por la presidencia, abriendo el debate público a nuevas ideas y propuestas ignoradas durante mucho tiempo por el establishment político tradicional, da fe de la fortaleza de la democracia colombiana actual.

Notas:
• Este artículo representa las opiniones del autor y no del Centro o de LSE
• Traducción de María Clara Montoya
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• Encabezamiento: Gustavo Petro y Rodolfo Hernández / Daniel Andrés Garzón (Shutterstock)

About the author

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Blendi Kajsiu

Blendi Kajsiu is an Associate Professor at the University of Antioquia in Medellín, Colombia. His research focuses on corruption, populism and political ideologies in Latin America and Eastern Europe. His most recent book ¿Corrupcion publica o privada? La dimensión ideológica de los discursos anti-corrupción en Colombia, Ecuador y Albania was published by Tirant Lo Blanch in 2020. His research has appeared in journals such as the Journal of Political Ideologies, Journal of Contemporary European Studies, Nationalities Papers and East European Politics and Societies.

Posted In: Colombia Elections 2022

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