Luchando por y en contra de las (homo) sexualidades en Chile: El caso de las prácticas reparativas

 

por Tomás Ojeda

Este texto surge en respuesta a una serie de ataques contra mujeres y personas LGBTQ en Chile. Los números hablan por sí mismos: más de diez femicidios y ataques lesbo y transfóbicos han ocurrido hasta la fecha, muchos de ellos incluso después de la conmemoración del día internacional de la mujer. En este contexto, activistas feministas, lésbicas y trans han llamado a que estemos alertas frente a esta ola de violencia, insistiendo en la necesidad de protegernos frente a la ausencia de una respuesta firme y efectiva por parte del estado.

 

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Créditos de la foto: Fundación Iguales

El debate público en torno a estos ataques me ha hecho pensar sobre algunos de los usos del prefijo ‘anti’ por parte de activistas LGBTQ y académicxs queer y feministas, que encuadran dichos eventos como casos de ‘políticas anti’ o de oposición. En particular, me interesa indagar en los efectos no buscados que surgen a partir de dichos usos, específicamente cuando el prefijo ‘anti’ va junto a los términos género y LGBTQ. Con esto en mente, me interesa explorar qué es lo que podemos aprender de la violencia contra las sexualidades y géneros no normativos, a través del análisis de los discursos patologizantes que sostienen un tipo de práctica ‘terapéutica’ que se propone curar la atracción sexual no deseada a lxs de su mismo sexo (AMS). Esta intervención clínica se conoce mejor como terapias ‘reparativas’ o de ‘conversión’, ‘esfuerzos por cambiar la orientación sexual’ (SOCE por sus siglas en inglés) o acompañamientos terapéuticos a la ‘AMS no deseada’. En lo que sigue, y siguiendo a Annie Wilkinson, me referiré a todas estas denominaciones como prácticas reparativas, utilizando la sigla PR cada vez que me refiera a ellas.

Si bien dichas prácticas han sido extensamente criticadas desde los campos de la salud y los derechos humanos por sus riesgos y daños sobre la salud mental de las personas LGBTQ, en este texto me centraré, en cambio, en los aspectos ideológicos que esconde este tipo de intervenciones, proponiendo pensarlas como un caso de activismo hetero-patriarcal. Para ello, sugeriré una forma de aproximarme a este fenómeno que 1) visibilice el proyecto político de las PR, y que, de paso, 2) discuta los usos del término ‘anti’ y sus límites como estrategia para enfrentar los ataques contra la ‘ideología de género’.

Las prácticas reparativas en contexto

 Los esfuerzos terapéuticos destinados a cambiar la AMS han sido definidos y explicados de diversas maneras. Independientemente de cómo se comprenda la dirección y objeto del cambio, dichos intentos de cura se sostienen en el supuesto de que hombres y mujeres son intrínsecamente heterosexuales, y que la homosexualidad y los géneros no-normativos son desórdenes del desarrollo, reacciones sintomáticas y/o heridas emocionales que pueden y deben ser curadas (ver Drescher, 1998; Waidzunas, 2015). Pese a sus diferencias con la versión original de las PR que surgieron en Estados Unidos a fines de los ’70, estas intervenciones son presentadas en la actualidad como una alternativa terapéutica legítima para individuos que experimentan una AMS no deseada, y que ‘libremente eligen’ tratar sus emociones ego-distónicas. Los debates en torno a la supuesta libertad, voluntad y coerción son, sin dudas, de los aspectos más controversiales, especialmente en el caso de niñxs y adolescentes, y en situaciones donde las personas han sido derivadas a centros de rehabilitación y campamentos de conversión LGBTQ, en la mayoría de los casos contra su voluntad (ver Schroeder & Shidlo, 2002).

De manera similar a lo que se ha planteado para otros casos en América Latina (ver Wilkinson, 2013), los discursos ‘ex-gay’ y reparativos han sido discutidos públicamente en Chile desde principios de los 2000, y han sido criticados y fuertemente resistidos por organizaciones LGBTQ y estudiantes de psicología, entre otrxs. A continuación nombraré algunos de los principales hitos del debate en torno a las PR hasta la actualidad, la mayoría conectados con grupos conservadores vinculados a la Iglesia Católica que operan en universidades, centros de estudio y ONGs ‘pro-vida’.

El año 2004, la Universidad Opus Dei ‘Los Andes’ organizó una conferencia que trajo al psicólogo holandés Gerard van den Aardweg a que presentara su modelo de tratamiento de la homosexualidad. El año 2007, la misma universidad compiló una serie de trabajos en un libro titulado ‘Sobre la homosexualidad’, defendiendo la idea de que sería posible curar la AMS no deseada. El año siguiente, la homosexualidad fue públicamente discutida como un problema bioético desde una perspectiva cristiana-antropológica, en un libro escrito en coautoría por un sacerdote católico y un grupo de académicxs y profesionales de la salud. Esta publicación recogió parte de los hallazgos de dos tesis de Magíster en bioética desarrolladas por la psicóloga Marcela Ferrer y el médico pediatra Christian Schnake. El año 2009, Ferrer y Schnake participaron en la creación de la Fundación Restauración ‘de la mano del Obispado de Melipilla’, lo que sugiere la participación activa de la Iglesia Católica local en su creación.

Sin embargo, no fue hasta el año 2012 que estos esfuerzos adquirieron mayor presencia. En octubre de ese año, la ONG ‘pro-vida’ Isfem organizó un seminario público en la Pontificia Universidad Católica en respuesta a la recién aprobada ley antidiscriminación. Siendo conocidxs por su posición contra la ‘ideología de género’, lxs organizadorxs manifestaron su preocupación sobre la posibilidad de perder su derecho a promover sus ideas sobre la sexualidad, la vida y la ‘familia natural’ ahora que la orientación sexual e identidad de género eran categorías protegidas. Uno de los paneles del seminario juntó a un activista ex-gay de las Islas Canarias y a lxs principales impulsores de las PR en Latino América, incluyendo a Ferrer. Pese a que la información sobre dicho panel circuló de manera privada entre las redes de Isfem, los detalles del evento fueron filtrados por la prensa días antes del seminario, lo que generó críticas y manifestaciones por parte de estudiantes y agrupaciones LGBTQ. La discusión que siguió al seminario el año 2012 re-activó un debate al interior del Colegio de Psicólogos de Chile en torno a la regulación de las PR que continúa hasta hoy.[1]

Las prácticas reparativas como una forma de activismo hetero-patriarcal

Tal como lo han planteado algunxs investigadores, las PR ‘operan en la intersección de la práctica religiosa y la práctica secular de la psicoterapia’ (Mikulak, 2018). Desde la especificidad con que operan las ‘disciplinas psi’, la dimensión política de las PR se ubica entre una lógica de regulación y gobierno de las subjetividades sexuales, que se potencia, además, con las políticas de sexualidad y de género que defienden las creencias religiosas.

Con el fin de dar cuenta de las políticas sexuales y de género de las PR, utilizaré la noción de activismo hetero-patriarcal desarrollada por José Manuel Morán en su análisis del activismo ‘pro-vida’ en Argentina, y sugeriré situar al proyecto ideológico de las PR dentro de este marco analítico (ver también el trabajo de Kath Browne y Catherine Nash sobre heteroactivismo). Una de las cosas que el concepto de activismo hetero-patriarcal me permitió hacer mientras pensaba en la dimensión política de las PR, fue mirar críticamente a las estructuras de poder en que se sostienen dichas prácticas, que son las mismas que defienden sus promotores. En su versión chilena, las PR problematizan los límites entre lo religioso y lo secular al otorgarle credenciales ‘científicas’ a creencias cristianas sobre la sexualidad y la familia, que conciben al cuerpo sexuado como heterosexual y orientado naturalmente hacia la reproducción. Con el fin de ocultar el trasfondo religioso de dichas ideas, así como el sistema sexo/género que defienden, lxs defensorxs de las PR presentan su ideario a través de un lenguaje científico y legal como el de la bioética, la psicología tomista y la ley natural, entre otros, evidenciando la puesta en marcha de un mecanismo que ha sido muy bien descrito como secularismo estratégico.

Esta operación discursiva resuena con el importante trabajo publicado por la teórica feminista Sara Ahmed sobre el funcionamiento del fascismo y la construcción de los otros como negativos, el cual me permitió analizar las formas con que las PR instalan su proyecto ideológico. Cuando lxs defensorxs de las PR se presentan y/o son representadxs en los medios como actores ‘pro-familia’ y de una ‘amabilidad sobrecogedora’, terminan ‘siendo definidxs en un sentido positivo como luchando por otros’, un país que imaginan como heterosexual y que está en riesgo de ser corrompido por el avance de los derechos LGBTQ. Y es ‘este “estar a favor” que hace del “estar en contra” una posición necesaria’, incluso en términos subjetivos: cada vez que lxs feministas, activistas LGBTQ y sobrevivientes de las PR se oponen a sus ideas patologizantes, son percibidxs como ‘estando en contra de aquellxs que están por’ la familia. Por tanto, ‘dichas críticas solo pueden ser [escuchadas] como contrarias’ a la naturaleza y la supuesta identidad nacional heterosexual (Ahmed, 2016).

Una vez que lxs partidiarixs de las PR consiguen posicionarse públicamente como luchando por la familia y las normas tradicionales de género, la resistencia en contra de este tipo de activismo requiere buscar formas de contrarrestar su poder. Una de las respuestas más comunes es identificar a estos grupos como ‘anti-género’ o ‘anti-LGBTQ’. Sin embargo, esta estrategia puede conducir a algunos efectos no buscados, como por ejemplo, reforzar la idea de que quienes defienden las PR son actores neutrxs y no influenciadxs por ideología alguna. En este sentido, Emmanuel Theumer realiza una crítica sugerente a los usos del término ‘anti-género’ como descriptor para caracterizar la lucha contra la ‘ideología de género’, advirtiendo acerca de las paradojas implicadas en esta estrategia de encuadre. Parafraseando algunas de sus ideas, al negar al género o la sigla LGBTQ, el prefijo ‘anti’ repite y re-actualiza de manera performativa su operación ideológica, la que desde mi visión, consiste en neutralizar el componente político de las PR y situar a sus defensorxs como actores no ideologizadxs. Como alternativa, sugiero que las políticas de género y sexualidad que promueven las PR quedan mejor expuestas a la crítica y escrutinio ciudadanx, cuando el énfasis recae sobre aquello que defienden: una comprensión fundamentalista de la ‘vida’, la ‘familia’ y la ‘sexualidad’ que se sostiene en un orden social hetero-patriarcal, y que es invocado nostálgicamente a través de la imagen de un ‘paraíso perdido’ que aguarda ser restaurado.

Las estrategias patologizantes de las PR

¿De qué formas las PR logran su proyecto ideológico? Revisemos el funcionamiento de dos mecanismos específicos en el campo de la práctica clínica.

Primero, las PR re-patologizan a las sexualidades y géneros no-normativos presentándolxs como desórdenes del desarrollo y expresiones anti-natura. De hecho, lxs defensorxs de las PR presionan para producir conocimiento ‘científico’ que apoye sus creencias de que el cambio no solo es posible, sino que también deseable como estrategia preventiva. Al interior de la psicología, ellxs presentan su supuesto derecho a ofrecer este tipo de prácticas como un problema de libertades: de elegir (pacientes) y de enseñar. La primera suele ser defendida a través del testimonio de ‘ex-gays’ sanadxs, y la segunda suele expresarse a través de sus esfuerzos por incidir en el debate político sobre derechos sexuales y reproductivos (ver, por ejemplo, su activismo en contra del aborto y la ley de identidad de género).     

Al posicionarse como no influenciadxs por ninguna ideología, lxs defensorxs de las PR logran zafarse de su representación pública como ciudadanxs homo y transfóbicxs al referirse a lxs feministas y activistas LGBTQ como violentxs e intransigentes, construyéndolxs como actores intolerantes. Como consecuencia, lxs defensorexs de las PR se victimizan a sí mismxs presentándose como el nuevo grupo discriminado: por no poder ofrecer sus servicios y, desde la perspectiva de sus pacientes, por negarles el tratamiento que buscan. Esta operación es realmente problemática ya que termina neutralizando la violencia al encuadrar sus posiciones como meras opiniones que merecen reconocimiento público.

Un segundo elemento refiere al funcionamiento de las PR como mecanismos de construcción de la alteridad (o de otredad). Junto con esta nueva operación de re-patologización, quienes defienden las PR también sugieren que existe una relación causal entre los deseos no-heterosexuales y la presencia de riesgos específicos de salud, como depresión, tendencias suicidas e infecciones de transmisión sexual, entre otros. Y ésta es una operación perversa que se explica, en parte, por la forma con que las PR entienden la homosexualidad. Desde su defensa de una visión patologizante, dichos problemas de salud los consideran como intrínsecos a su naturaleza desviada, lo cual contradice los desarrollos actuales de enfoques afirmativos que comprenden dichos riesgos como una respuesta reactiva frente a la violencia lesbo, homo y transfóbica (ver Barrientos, 2015). A través de esta operación, el origen del riesgo y los efectos de la violencia son desplazados desde factores socio-políticos a otros de tipo individual. Y es este tipo de discursos el que incide, de una u otra forma, en las actitudes de la población respecto de los asuntos LGBTQ, gatillando imaginarios sociales de enfermedad y contagio que refuerzan la producción de jerarquías sexuales entre ellxs y nosotrxs.

Conclusiones 

La idea de una existencia legible como anti-natural, alimenta el odio en la forma de violencia, tanto simbólica como física, contra los cuerpos de quienes se resisten a ser clasificadxs como enfermxs. Las palabras antinatura y desviadx, por nombrar algunas, ‘se pegan a los cuerpos’ a través de sus usos y repetición en el tiempo. ‘Y esos cuerpos cargan con ese peso por asociación’ (Ahmed, 2013), y pueden convertirse en objetos de amenaza frente a los que la ‘sociedad heterosexual’ necesita protegerse.

El debate en torno a las PR y su relevancia como materia de debate público no debiera solo depender del número de tratamientos en curso ni a su falta de efectividad, sino que también a la responsabilidad política que tienen sus defensorxs al mantener vivos los imaginarios de patologización y violencia. Como mostré en este texto, es importante visibilizar el proyecto ideológico de las PR y tratar a sus promotorxs como actores políticos. Y en tanto tales, apuntar al orden sexual que quieren restaurar. Si solo los tratamos como grupos ‘anti-género’ o ‘anti-LGBTQ’, su política sexual y de género seguirá disfrutando del privilegio normativo que han tenido, ayudándoles a su causa y confirmando su posición como no-ideologizada.

Si bien esta estrategia de encuadre requiere analizarse para cada caso, lo que sigue siendo pertinente es la necesidad de mirar críticamente las maneras con que estos grupos logran siempre aparecer como no vinculados al activismo. Y en esto es cuando tratarlos como una forma de activismo hetero-patriarcal podría ayudar a conectar sus acciones con fuerzas socio-políticas que van más allá del ámbito de la salud y la psicología. El activismo feminista, por ejemplo, ha sido exitoso en este propósito al conectar las demandas de despatologización con las luchas contra el patriarcado, el auge del populismo de extrema derecha y la precarización de la vida en un sentido amplio. Los desarrollos académicos tradicionales en Chile, y el debate público en torno a las PR, por el contrario, siguen en deuda con estos asuntos.

Picture of the author Tomás OjedaTomás Ojeda es candidato a Doctor en el Departamento de Estudios de Género de LSE. Su investigación explora el lugar político de la psicología en la configuración del ‘sujeto sexual de la diversidad’ en Chile, analizando los discursos implicados en el denominado giro hacia la diversidad en las practicas psi contemporáneas. Tomás es Magíster en Psicología Clínica por la Universidad de Chile, y ha trabajado como psicoterapeuta y realizando asesorías en educación sexual en la ciudad de Santiago. También colabora como miembro del colectivo editorial de Engenderings.

[1] El año 2015, la Comisión de ‘Género y Diversidad Sexual’ del Colegio de Psicólogos publicó un comunicado público acerca de los riesgos de promover la denominada ‘cura gay’ en la formación de profesionales de salud mental. Si bien fue un paso importante hacia la regulación de este tipo de prácticas, el documento no tiene ningún poder legal que garantice sanciones sobre psicólogxs que no estén colegiadxs. Éste es el caso de Marcela Ferrer y otrxs profesionales reparativxs que pueden continuar ofreciendo estos servicios.

 

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