Por Diana Granados

Este texto es una adaptación de la presentación realizada en el evento “Mapeo y resistencia al fantasma de género en América Latina: Geografías de los movimientos ‘anti-género’”, el cual forma parte del proyecto AHRC-LSE sobre “Movimientos Transnacionales ‘Anti-Género’ y Resistencia: Narrativas e Intervenciones”. Dos de lxs expositorxs han puesto a disposición sus presentaciones en formato columna tanto en inglés como en español, y otrx de ellxs lo ha hecho en inglés y portugués. Las compartimos aquí como un esfuerzo de colaboración entre Engenderings y Sexuality Policy Watch.

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El propósito de este artículo es hacer algunas reflexiones[1] desde los activismos feministas y las perspectivas críticas académicas sobre los discursos feministas esencialistas y trans-excluyentes en América Latina. Las ideas desarrolladas en el artículo tienen como punto de partida observaciones de eventos y dinámicas políticas promovidas por los feminismos que se autodefinen como ‘radicales’ o ‘críticos del género’ en América Latina en general, y en Colombia en particular.

¿Qué sabemos sobre los feminismos anti-género/trans excluyentes y/o esencialistas?

 Hace al menos 10 años que las ideas de los feminismos esencialistas se fueron incubando y ganando peso en los feminismos de América Latina. En ese registro, es importante identificar los lazos de conexión de estas corrientes feministas y el proyecto longevo y de reactualización de la derecha que ha sido examinado por autoras como Sonia Corrêa, Wendy Brown y Rita Segato. En este sentido, es importante no perder de vista las convergencias entre los valores ultraconservadores y los sentidos que las derechas extremas disputan sobre la sexualidad y el género, además del desprecio y cuestionamiento a los derechos de las personas trans propugnados por las feministas trans-excluyentes.

Esta temporalidad de una década no desconoce los debates provocados por el llamado ‘feminismo radical norteamericano’ desde los años 70. Por ejemplo, las disputas en torno a la posición de esa corriente según la cual el sexo biológico estaría en el centro de la opresión femenina y, relacionado a ello, los debates no saldados en ciertos feminismos sobre la pornografía y la controversia en torno al trabajo sexual regulado vs. la eliminación de la prostitución. Aun cuando esas disputas han sido desde siempre feroces, es importante mencionar que muchas de las feministas radicales de esos tiempos nunca han sido trans-excluyentes.

Mirando el campo desde esa temporalidad más corta, por un lado, hay que reconocer sin titubeos que las posiciones separatistas de algunos sectores lesbofeministas latinoamericanos han llevado a la expulsión de mujeres trans de los espacios feministas, como por ejemplo, los Encuentros Feministas Regionales (EFLACs). Pero también hay que mencionar que, en algunos casos, esas posiciones han sido posteriormente retractadas por feministas lésbicas desde el momento en que abrazaron la crítica anti-racista y decolonial. De ese giro habla Ochy Curiel al referirse al cambio que significó ampliar, desde posiciones lesbofeministas, la concepción sobre el sujeto múltiple de los feminismos[2].

Pero ese nuevo ciclo de tensiones y controversias se vería marcado por otros hitos. Por ejemplo, las posiciones de J.K. Rowling que, desde el 2018, circulan en redes sociales regionales cuestionando de frente los derechos de las personas trans. Por otro lado, en 2019 fue lanzada la Women’s Declaration International (WDI) reivindicando los derechos humanos de las mujeres con base en el sexo (biológico). En seguida, debates feroces sobre las leyes trans e identidad de género en España, Escocia y Australia han soplado vientos fuertes que llegarían a América Latina. Sus ecos son hoy muy palpables en México, Argentina, Brasil, Colombia, Honduras, Costa Rica y Chile, aun cuando sus transformaciones en huracanes estén por verse.

En el contexto regional, también es importante distinguir entre posiciones anti-trans manifestadas por autoridades estatales, en general conservadoras, como parlamentarios o incluso ministras y ministros, y la oposición a derechos de identidad de género hecha a partir de movilizaciones sociales. Como lo plantea Sonia Corrêa: hay que diferenciar entre políticas deliberadas de gobiernos que tienen agendas anti-género, anti-aborto, anti-matrimonio igualitario y anti-derechos trans, y movilizaciones que se hacen en el ámbito de la ciudadanía movilizada que, en el caso que examinamos en ese artículo, derivan de posturas feministas excluyentes.

A continuación intento caracterizar algunas narrativas, formas de articulación y efectos de los feminismos trans-excluyentes, aclarando que la intensidad de esos discursos no operan del mismo modo en toda América Latina.

Crédito de la foto: Nana Soares

Relatos académicos e históricos sobre los feminismos y sus disputas

El foro “Aclaraciones necesarias sobre las categorías Sexo y Género” que tuvo lugar el primer semestre de 2022 en la Universidad Autónoma de México (UNAM) fue un hecho simbólico importante, que sedimentó la legitimidad de las corrientes trans-excluyente en el tejido político de los feminismos regionales[3]. Y, como todo hecho simbólico, no estuvo exento de implicaciones materiales, en este caso, asociadas a la credibilidad y poder institucional de las feministas académicas que participaron. El evento despertó rechazos de colectivas transfeministas y queer obligando a la UNAM a pronunciarse, reafirmando su compromiso con los derechos de las personas trans. Pero su carácter, y los argumentos esencialistas y excluyentes de quienes intervinieron, han revelado una palanca académica que opera hoy, en muchos contextos, como parte de las campañas en contra de los derechos trans.

El foro proyectó una pretendida idea de reconstrucción de relatos históricos sobre el feminismo con base en una opresión femenina que estaría exclusivamente anclada en el sexo biológico y en la reproducción de la especie. Esa narrativa ignora por completo, las luchas y las perspectivas teóricas sobre la ampliación del sujeto del feminismo y, en ellas, las nuevas interrogaciones sobre la definición de la “mujer universal” que han sido, desde mucho, impulsadas por las feministas negras, centroamericanas, chicanas, comunitarias y, por cierto, los transfeminismos.

Es, por lo tanto, urgente identificar y examinar más de cerca el campo académico que hoy comparte esas visiones, entre otras razones porque muchas de las jóvenes feministas agrupadas en colectivos ‘radicales’ o ‘críticos del género’ reiteran los argumentos expresados por esas voces académicas. Por ejemplo, usan de manera tergiversada a Simone de Beauvoir como una representante de sus posiciones, afirmando que ella habló de “sexo” y no de género. Además, estas activistas y colectivas, aun cuando hagan una crítica al carácter androcéntrico de la producción del conocimiento y del mundo, no la cruzan con una mirada crítica e interseccional más amplia, es decir anti-capitalista, anti-colonialista, anti-racista y anti-capacitista.

Una visión restrictiva de las violencias

Nuestro estudio sobre las versiones contemporáneas del feminismo trans-excluyente en Colombia muestra que su surgimiento y expansión estuvo fuertemente asociada a la intensificación de los debates y las luchas contra las violencias de género, especialmente sexuales, en los escenarios universitarios que se vieron fortalecidas por la amplitud y gran legitimidad del movimiento “Ni una menos”. Sin duda las violencias de género existen, son brutales, han sido invisibilizadas y hoy cobran un lugar preponderante en las luchas de los feminismos. No obstante, es clave no olvidar ni menospreciar las formas en que las violencias de género afectan de maneras distintas a las mujeres según su edad, posición social, orientación sexual y pertenencia étnico-racial, entre otros factores. Además, no hay que perder de vista que estas violencias se ven intensificadas por los efectos del capitalismo extractivo, de la conflictividad armada, de las redes criminales y de la economía del narcotráfico.

Sin embargo, en las narrativas de colectivas feministas que se autodefinen como radicales, el carácter sistémico de esas violencias es, en general, limitado y se argumenta que las mujeres y niñas sufren y han sufrido excesiva violencia en razón de tener una vagina. La violencia es explicada como una opresión exclusivamente basada en el sexo “biológico” y estas colectivas se presentan como una alternativa para esta violencia. En sus textos, historizan el origen sexual de la violencia e identifican sus causas, además de realizar denuncias políticas y acompañar procesos jurídicos y de litigación. En ese sentido, buscan incidir cada vez más en el ámbito de las políticas públicas de género para contestar y, si es posible impedir, el reconocimiento de los derechos de mujeres trans y personas transmasculinas, usando el argumento que tal reconocimiento amenazaría a las mujeres (cis) y sus derechos. Sus proposiciones para solucionar el problema de la violencia de género convergen de esta forma con las visiones híper punitivistas del conservadurismo y de la ultraderecha. Por ejemplo, la WDI se ha pronunciado contra el supuesto “peligro que las mujeres trans estén en cárceles de mujeres” y con que “hombres se hacen pasar por mujeres solo para que las leyes les beneficien” (Volcánicas, 2022)

El feminismo no puede cargar con “otras” luchas

Otra de las narrativas que se repiten en los feminismos trans-excluyentes en Colombia es que el feminismo no puede echarse al hombro las luchas de lxs demás. Al mismo tiempo, construyen narrativas según las cuales las mujeres trans no serían mujeres o que los hombres trans serían lesbianas frustradas. En esos relatos no existiría el transfeminismo, solamente los “trans-activismos”. De allí, derivan la conclusión de que las personas trans deben hacer sus luchas lejos del feminismo, pues sería injusto que el feminismo, que es de mujeres (cis), se haga cargo de sus demandas.

Como se sabe, la experiencia de las personas trans, sean mujeres u hombres, y de las personas no binarias está atravesada por opresiones que se interseccionan y se coproducen. Pero los feminismos esencialistas no reconocen estas opresiones cruzadas de género, clase y raza. No raramente, sus posiciones reflejan sesgos que se pueden calificar como colonialistas. Incluso, en muchos países, como es el caso de Colombia, la presencia de mujeres negras, campesinas o indígenas es casi inexistente en sus filas activistas. Además, las narrativas feministas esencialistas con frecuencia definen a los hombres trans como traidores. Y son muy fuertes sus reacciones a terminologías nuevas como personas gestantes y/o menstruantes o, más aún, a las propuestas de habilitar dispensarios de toallas higiénicas en baños masculinos. En el trasfondo de esas posiciones, como analiza María José Plata Flores en un artículo de 2020, se puede identificar una complicada confusión político-conceptual entre masculinidad y patriarcado.

Algunas fisuras en la muralla: ¿Qué podemos hacer?

Los embates con las posiciones feministas esencialistas son políticos y conceptuales, pero también se desdoblan en los espacios de la movilización social y en varios países son cada vez más intensos. Es, por lo tanto, urgente desarrollar y sedimentar argumentos que contesten sus premisas. Es crucial, por ejemplo, recuperar y potenciar los marcos analíticos sobre las violencias de género que reconozcan sus efectos sobre las mujeres, personas trans y no binarias en toda su diversidad, y que nos permitan dimensionar mejor la prevalencia y efectos de estas violencias.

Es también urgente ahondar en espacios de análisis y reflexión que cuenten con la presencia de investigadoras feministas, transfeministas y trans. En especial, traer a nuestros debates las críticas epistemológicas de la ciencia biológica elaborados por autoras feministas que nos permitan contestar los argumentos ‘inamovibles’ de los feminismos esencialistas sobre la supuesta inmutabilidad de la diferencia sexual entre hombres y mujeres. Son ilustraciones de esos aportes teóricos las ideas desarrolladas, desde hace mucho, por Anne Fausto-Sterling, pero también el libro de lx biológx argentina Lu Ciccia sobre cómo la ciencia inventó el sexo.

Finalmente, es necesario abrir conversaciones en relación a los efectos deshumanizantes de las posiciones esencialistas y transfóbicas de esas corrientes feministas. Para acudir a las palabras de Shiobban Guerrero: “(…) si nuestras luchas son luchas éticas emancipatorias, no podemos deshumanizar a alguien en la defensa de nuestro sujeto político, porque eso nos anula ética y políticamente”.

 

Diana Granados (ella) es Activista-feminista, Profesora del Departamento de Antropología de la Universidad del Cauca, Colombia y Coordinadora del área de investigaciones de Fondo Lunaria.

 

 

 

 

[1] También son producto de las reflexiones construidas en la investigación Bienvenida la libertad: refutando posiciones esencialistas. Una aproximación al actuar del feminismo transexcluyente en Colombia de Fondo Lunaria (2023), elaborada por Yinna Ortiz, Diana Lucía Rentería, Morgan Londoño Marin, Elena Rey-Maquieira Palmer, Amapola Suárez y Diana Granados.

[2] Ortiz Ordoñez, Y., Rentería Cruz, D. L., Suárez Bernal, A., Londoño Marín, Granados Soler, D. & Rey-Maquieira Palmer, E. (2023). Militancias lésbicas feministas y “radicalidad”: Trayectorias, tensiones y reflexiones actuales. En Bienvenida la libertad. Refutando posiciones esencialistas. Una aproximación al feminismo transexcluyente en Colombia. Bogotá: Fondo Lunaria.

[3] En este foro participaron reconocidas académicas feministas que están liderando las posiciones trans-excluyentes en el mundo hispano hablante: Marcela Lagarde, Amelia Valcárcel y Alda Facio, entre otras.